Ella no te
abraza. Ella te arroja a sus brazos. Y tampoco te besa. En todo caso, te arroja
a sus labios. A ella no le expliques lo que es volver, porque ella siempre va.
No le hace
falta que lo entiendas.
Ni que lo comprendas.
Ni tan siquiera que lo compartas.
Ella no
espera nada de ti. No desesperes nada de ella. Porque ella jamás se apunta. En
todo caso se enrola. Se embarca. Se lía.
No le pidas
medias tintas, porque fue ella quien se bebió el tintero.
No le sigas
la corriente, porque acabarás luchando sólo contra las dos.
Y cuanto más
te acostumbres peor será el olvido.
Ella no camina.
Ella mueve el mundo con sus pies.
Y cuando lo
hace o te apartas, o te aplasta.
Huye del
compromiso porque sabe comprometerse. Huye de las cadenas porque sabe como
encadenarse. Y huye de lo que le persigue porque prefiere perseguir lo que le rehúye.
Si la
respuesta es ella cualquiera podría haber sido la pregunta. Y si ella fuera la
pregunta, respondas lo que respondas, te equivocas.
Ella no es
modelo porque modelo es algo que puede imitarse.
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