sábado, 18 de agosto de 2012

todo sería distinto si valoraramos las cosas por lo que son, no por quién las hace



Lo bonito de un amor platónico es que te enseña a apreciar los pequeños detalles. Como el color de sus ojos cuando les da el sol o la forma en la que inclina el sillón donde te sientas para acercarse a ti, o cualquier pequeño detalle o su carácter al estar contigo. Sueñas que guarde tus fotos y que las mire cuando no estés. Un amor platónico es bonito, pero siempre te deja con ganas de más. Quieres que te abrace más, que te bese, que te moleste todo el día si hace falta, que te cante bajito al oído. Pero nunca pasa de una sonrisa, no es más que lo que tú quieres que sea. Lo que imaginas que hace, porque a lo mejor se está inclinando porque está más cómodo así o que esa sonrisa pícara no significa nada aparte de que le caes bien. Pero tú sueñas, tienes esperanzas de que te llame, que vaya a visitarte. Y eso es lo más importante y bonito del mundo, los sueños y la esperanza. Aunque luego todo sean ilusiones.

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